Polonia no es un país
que sorprenda por noticas relativas al mundo del vino. Lo que si ha llamado la
atención estos últimos diez años, es su enfrentamiento cultural con Rusia en el
tema del Vodka. Un espectáculo muy atractivo y beneficioso para ambas naciones
productoras, que han visto engrosar sus partidas desde que comenzó la
supuesta batalla por la tutela del nombre Vodka.
En lo que pretende ser
un revés en la historia, desde hace algún tiempo y viendo el ejemplo de
países como Ucrania, Montenegro y Moldavia, lo polacos se han dado cuenta que
podrían existir garantías para plantar vides en condiciones adversas. Aun así,
el desarrollo ha sido lento. La apertura desde la caída del comunismo no ha
sido total, y los pocos agricultores que poseen hectáreas, llevan muy poco de
sus uvas a vinificar, debido a los altos impuestos y poca rentabilidad de
producir alcoholes en base a vino en cantidades mínimas.
Siendo este el
panorama en un país cuya ingesta de alcohol llegó en un año a superar el 25%
por sobre su consumo normal, se han constituido empresas que importan vinos a
granel de países de la comunidad europea y sobre todo del este, llegando
a Polonia con el apoyo de exportadoras de espirituosos que han visto en
Polonia, un atractivo punto comercial para establecer oficinas de distribución.
Y como no, también para el embotellamiento de vinos espumantes a bajo
costo.
De este cúmulo de
situaciones nace Amadeus.
Con cepas y de
orígenes que jamás conoceremos, sólo cabe mencionar que muchos de los vinos
espumantes polacos son carbonatados, y una cantidad muy mínima pasa por método
tradicional o charmat. El de la fotografía corresponde a una botella
magnum de 1.5 litros que cuesta en Chile unos 7 a 8 dólares ($ 3.500 pesos). Económico, pensando en un vino que presenta mucho gas carbónico (carbonatada bajo presión), y que posee un fuerte aroma vinoso, donde se extraña la acidez por todos lados, y que además posee un desagradable amargor.
La verdad, es un vino
perfecto para aquellas inauguraciones donde se hace estallar una botella contra un barco, desintegrándose en mil
pedazos.
Punto aparte merece la
demi-sec, que a pesar de su altísimo contenido de azúcar, estaba en mejores
condiciones que la extra brut, y me recuerda bastante a la antigua, incorrecta
y azucarada Valdivieso Saint Morillon. Caso muy distinto es Barón, la línea
superior de estos importadores que es de método tradicional y que presenta un
vino muy correcto e integrado, con algo de acidez asomándose, pero donde nuevamente uno se pregunta: ¿qué diantres contienen en su interior? o ¿de qué fue hecho?.
Bueno, con la uva que haya
sido hecho, bienvenidas sean estas horribles alternativas polacas. A nadie le falta Dios.
Alvaro Tello
@vinocracia